La Mente Mono

Piensa, por un momento, en tu cerebro como una selva frondosa llena de árboles. Pon un mono en esa selva. Está frenético, no para de saltar de una rama a otra. Los árboles y las ramas son infinitos y la energía del mono también. No se encuentra cómodo en ninguna, nunca descansa mucho tiempo porque vuelve a saltar en busca de la rama perfecta, de la fruta más jugosa, la sombra más fresca. Siempre insatisfecho y activo.

Ese es tu cerebro, o lo que los budistas conocen como la mente mono.  Algo que sufrimos todos en cierta medida pero que en el caso de los adultos con TDAH, se sufre con más intensidad porque en estos casos el chimpancé es hiperactivo y salta más rápido, con más entusiasmo y más ansiedad que en los cerebros neurotípicos.

En realidad, nuestra mente hace lo que tiene que hacer, crear pensamientos de forma constante. Pero los crea saltando de las ramas del pasado a las del futuro sin hacer un descanso en las del presente. Le gusta fantasear y lidiar con lo desconocido. Se siente cómoda pensando en los errores del pasado y en las catástrofes del futuro. Pero también es prudente y protectora ya que se aleja de lo que puede resultar peligroso porque ha sido diseñada para garantizar nuestra supervivencia. Si tiene el control es porque estamos frente a una máquina de supervivencia preparada para buscar, encontrar y solucionar problemas.

Hasta aquí, todo tiene sentido, está más o menos compensado. El problema llega cuando solo escuchamos la mente del mono y nos volvemos supersticiosos, absurdos e irracionales. A esto es a lo que se refiere el budismo, a ese descontrol mental que nos hace estar distraídos, desenfocados, incluso irritables. A ese cerebro lleno de pensamientos rumiantes que nos distraen del presente, de una concentración plena, indispensable para enfocarnos en una tarea específica ¿os suena?

Si tienes TDAH, en más de una ocasión te habrás encontrado situaciones como ésta: llegas al trabajo y te das cuenta de que has olvidado la agenda, abres el ordenador para enviar un mail pero te entretienes buscando una información en internet. Entonces eres consciente de que hace quince minutos que ha comenzado la reunión del departamento, te levantas para ir pero suena el teléfono, lo coges y te olvidas del mail, del dato que buscabas y de la reunión. Y recuerdas de repente que se te olvidó pedir hora en el pediatra, no sabes si la función del cole era hoy o la semana que viene y, ¡vaya! no has sacado el pescado del congelador para la cena. Mil cosas en la cabeza y cero concentración productiva en alguna de ellas.

No lo dudes, la mente mono está en pleno funcionamiento. Lo que, por otro lado, es normal si pensamos que el cerebro  produce entre 70.000 y 90.000 pensamientos por día, muchos de ellos sobre un mismo tema. Cada pensamiento es una rama y nuestra mente es el mono que se columpia de un pensamiento a otro de una forma vertiginosa, chillando, incluso cuando nuestro trabajo requiere de un ejercicio de concentración para enfocarnos en una tarea importante como lo es el pensamiento estratégico.

Es decir, esta mente mono es nuestra tendencia natural al pensamiento. El problema es que este pensamiento está descontrolado, nos domina y nos controla. Se ha planteado que la mente del mono es un estado precursor de la ansiedad. No es ansiedad en sí misma, sino más bien el contexto propicio para que esta aflore.

¿Qué podemos hacer para controlar al mono?

Está claro que el mono no desaparece ni las ramas tampoco, así que solo nos queda una opción: controlarlo. La mente crea dispersión pero nosotros podemos entrenar nuestra atención. Por lo tanto, la mejor forma de salir de este caótico bucle es el desarrollo de la atención, dejar de seguir al mono de forma automática. Cuando surge un pensamiento, el mono nos dice que nos centremos en ello, pero nosotros podemos tomar distancia respirando o haciendo cualquier otra cosa. En definitiva, practicando para ser nosotros los que dirijamos la atención consciente hacia algo. Observamos sosegadamente nuestra respiración, sentimos el aire fresco que entra y sale. La mente mono se mantendrá ocupada aunque no por tardará en saltar a otro pensamiento y distraernos.  Y volveremos a respirar, a mantener nuestra mente ocupada.

En segundo lugar, es importante poner nombre a las ramas para empezar a controlarlas. Si reconocemos las ramas de nuestro mono, los pensamientos que nos distraen, si aprendemos a comprender por qué nos angustian, podremos bajar el volumen de los gritos del mono.

Para evitar este estado mental desenfrenado, estos pensamientos angustiosos del pasado y asustadizos sobre el futuro, es fundamental aceptar la adversidad, gestionar la situaciones complicadas. Por ejemplo, si en el trabajo alguien nos habla mal, debemos ser racionales y pensar que no necesitamos que todo el mundo nos trate bien, en parte debido a que es imposible y también a que no es importante. Dar la importancia justa a las situaciones hostiles para frenar a nuestro mono.

En estos casos es muy útil recurrir al mindfulness o conciencia plena en el presente para alejarnos del pasado y del futuro. Por algo es la forma de meditación enfocada en el presente y es, por tanto, idónea para eliminar de nuestra mente los sucesos que no han ocurrido o que pertenecen al pasado. La práctica del mindfulness en el mundo laboral gana cada día más terreno porque es el mejor antídoto para combatir el estrés, la ansiedad y el pánico.

Todo esto sin olvidar que la mente mono tiene su propio antídoto, la mente buey. Una forma de pensar lenta y silenciosa, un auténtico reto para cualquier neurodivergente. Pero el entrenamiento de la mente buey será tema de otro artículo.

Mientras tanto, seamos justos y reconozcamos el lado positivo de la mente mono. Siempre podremos recurrir a ella para desarrollar nuestra creatividad porque el mono resulta muy útil en algunas ocasiones, como en las lluvias de ideas. Aquí podemos dejar a nuestro mono desfogarse, ir de lado a lado, y ofrecernos puntos de vista que quizá nunca habíamos tenido. Algo muy característico de los cerebros con TDAH. Al final, todo es cuestión de entrenamiento y práctica.

Mujer diagnosticada con TDAH en su madurez, como tantas otras, en una de las revisiones de TDAH de su hijo. Licenciada en Periodismo y Derecho, actualmente cursa sus estudios de Doctorado en Ciencias de la Información y está escribiendo su primera novela. Trabaja en el sector audiovisual y es profesora en la Escuela de Artes Escénicas de Madrid (TAI). Consciente de que el día a día de una mujer adulta con TDAH no es fácil pero tampoco es imposible, ha creado un canal de youtube, Mujeres al borde del TDAH, y una cuenta de instagram con el mismo nombre, para divulgar y ayudar a los adultos que lo padecen.

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