“- Los humanos tienen sueños. Hasta los perros tienen sueños, pero no tú. Tú eres solo una máquina. Una imitación de la vida. ¿Puede un robot escribir una sinfonía? ¿Puede un robot convertir… un lienzo en una obra maestra?- ¿Podría usted?” (Conversación entre el detective humano Del Spooner y el robot Sonny, en la película “Yo, robot”).
La inteligencia artificial generativa (IAG) es una rama de la IA que tiene la capacidad de crear diversos tipos de contenido, imitando en cierta medida la creatividad humana. Su potencial es vasto y, en el ámbito del sector público, podría representar un avance significativo en el cumplimiento de los principios de legalidad, transparencia, eficiencia e integridad. Actualmente, la IAG ya puede desempeñar un papel clave en la redacción de borradores de documentos legales, como informes y contratos, aunque también sería deseable un mayor desarrollo normativo y la creación de soluciones técnicas específicas para aprovechar plenamente esta herramienta en la Administración. Casi todo el mundo conoce ChatGPT. Bien. En este caso no hablamos de cualquier IAG, sino de una especializada en Derecho, porque si a un modelo de lenguaje genérico se le pide en ese estado básico la elaboración de un informe jurídico, el resultado va a ser claramente deficiente si lo medimos con un estándar profesional, aunque sí podría servir como apoyo a un estudiante o para resolver una consulta sencilla a cualquier usuario.
La redacción de documentos jurídicos de todo tipo es una aplicación concreta de la IAG al Derecho en general, que va más allá de la “clásica” automatización algorítmica de las tareas repetitivas del trabajo de oficina. Se trata de una funcionalidad totalmente utilizable en la redacción de documentos basados en modelos, tales como contratos (mercantiles, laborales, administrativos) o escrituras; y en un nivel más avanzado, otros escritos de mayor complejidad, como informes legales e incluso demandas y contestaciones a las demandas, para lo que esta IA debe ser capaz de alcanzar un alto grado de comprensión de la realidad, precisión, coherencia y manejo de la terminología técnica y los formalismos legales.
Desde el punto de vista técnico, es innegable que los modelos actuales de IAG ya pueden ser entrenados utilizando conjuntos de datos compuestos por informaciones y documentos jurídicos previamente redactados y revisados por expertos en Derecho, o incluso perfeccionados por la propia herramienta a través de su capacidad de aprendizaje. De hecho, estos modelos aprenden los patrones lingüísticos y estructurales presentes en estos documentos, así como los convencionalismos y formalidades propias del lenguaje jurídico. Una vez entrenados, los modelos de IAG pueden generar documentos jurídicos completos y coherentes a partir del prompt, una breve descripción o un conjunto de datos de entrada proporcionados por el usuario (antecedentes, hechos). Matiz: mejor hablemos de “borradores” de documentos jurídicos, reservando esa última revisión al ojo (profesional) humano.