Inicia el curso y las preocupaciones previas regresan, cerrar la puerta a la Inteligencia artificial, o dejarla entrar y en caso de permitir la entrada, qué restricciones se puede poner.
A inicio de julio, el Ministerio de Educación español y el Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado, publicaron un informe 45 páginas titulado “Guía sobre el uso de la Inteligencia Artificial en el ámbito educativo”, en el cual proponen -aunque no de forma vinculante, que la IA puede integrarse en el sistema educativo.
El primer reto que propone el Ministerio es el hecho de que los docentes no están formados, una situación que no es exclusiva de la IA, porque en realidad no están formados en IoT, ni Cloud, ni ciberseguridad, y mucho menos en IA. El segundo reto que se plantea es cuanto menos curioso, porque se preocupa por la percepción del docente: “Existe el riesgo de que la autonomía y la entidad del profesorado en los centros educativos se vean amenazadas”. Esta preocupación nace de un hecho que se vive desde hace unos años en otros entornos, en donde los estudiantes pueden investigar y contrastar la información y lo que les cuenta el profesor.
Anticiparse a las necesidades
El 18 de junio de este año, la Universidad de las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), publicó un acuerdo de su Consejo de Gobierno donde aprobaban el uso de la IA Generativa en la universidad, con un “posicionamiento favorable” frente a la tecnología, tal como ellos mismos lo han categorizado. La ULPGC se presenta pionera entre las organizaciones educativas y desde luego enfrenta este curso mucho mejor preparada que la mayoría.
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