¿Quién es Julio Mayol?
Ante esta pregunta siento la tentación de contestar a lo David Cooperfield, “I was born…”. En realidad, sólo soy uno de los miles de millones de individuos dentro del grupo de los grandes simios que desarrollaron la capacidad de comunicarse verbalmente, de forma oral y por escrito, en nuestro planeta. Nada especial si no fuera porque en la infancia me atacó una incomprensible curiosidad por una profesión con una cierta base científica, pero cuya acción fundamental consiste en invadir los cuerpos de otros congéneres con el fin de solucionar problemas de salud que ponen en riesgo su vida, en algunos casos, o de paliar sus consecuencias, en otros. El camino desde ahí hasta la actualidad fue bastante sencillo. Soy catedrático de cirugía de la Universidad Complutense, especialista en cirugía general y del aparato digestivo en el Hospital Clínico San Carlos, donde he sido jefe de sección de cirugía colorrectal, director de innovación y director médico. Además, soy el director de la unidad de innovación del Instituto de Investigación Sanitaria San Carlos, de cuya Fundación soy patrono y vicepresidente, jefe del grupo de investigación de Innovación y Cirugía, editor de la revista norteamericana Surgery, secretario de la Sociedad del BJS (antes British Journal of Surgery) y académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina de España.
¿Qué te hizo iniciarte en la medicina?
Como ya comenté, lo mío es una pasión de infancia convertida en proyecto de vida. No sé si fueron las series de televisión, el acompañar a mi madre al médico o una simple fantasia infantil potenciada por mi curiosidad sobre el funcionamiento de todo lo que me rodea. Ahora bien, lo que no tuve fue ningún componente de tradición familiar. Soy un “sangre sucia”. Luego, como consecuencia de dos intervenciones urgentes a principio de los años 70 del siglo XX, mi pasión por la cirugía no hizo más que crecer, guiado por la figura de un catedrático de cirugía, Don Hipólito Durán Sacristán, de quien terminé siendo alumno interno durante mi etapa de licenciatura en el Hospital Clínico San Carlos.
¿Cómo es tu día a día en el trabajo?
Como director médico, el día a día es un conjunto ordenado de sorpresas e incertidumbres, que empieza a primera hora de la mañana con la reunión del equipo de directores, en lo que comúnmente se conoce en nuestro hospital como Maitines. Es el momento de repasar lo acaecido en las 17 horas anteriores en las que normalmente no estamos presentes, de analizar el cuadro de mandos y, finalmente reflexionar sobre estrategia y táctica. A partir de ahí, reuniones del equipo asistencial (dirección de enfermería y dirección médica), llamadas de teléfono, conferencias, participación en eventos dentro o fuera del hospital… Hasta que llega la hora de volver a casa, siempre disponible, con el teléfono, las aplicaciones de mensajería y el correo electrónico siempre activos.
¿Qué es lo que más valor ha aportado a tu carrera profesional?
La relación con cientos o, expresado con mayor exactitud, miles de personas que me han ofrecido de manera desinteresada, también a veces inconsciente, información valiosa sobre lo que piensan, lo que creen, lo que desean y lo que no.
Todo lo que hacemos como individuos con un inevitable compromiso social es adquirir información, procesarla, y tomar decisiones con el producto. Estas decisiones nos afectan tanto individual como socialmente. El resultado suele depender enormemente de lo que uno sabe, de lo que cree saber, y de lo que ignora, así como de la interacción con el contexto. Afortunadamente, he tenido infinitas oportunidades de conocer a personas de enorme valía a nivel local, regional, nacional e internacional; personas que aportan muy diferentes puntos de vista, poseen variada formación y albergan distintos intereses. Gracias a ello, creo haber alcanzado una razonable aceptación de lo inexplicable que es el mundo, de la complejidad de las relaciones humanas y de la clave secreta para tener una vida que genere valor: la disminución del diferencial entre las expectativas y la realidad.
¿Qué áreas de mejora te parecen más importantes o relevantes en la tecnología sanitaria?
El área más importante tiene que ver con el propósito. Hasta ahora las tecnologías han respondido al “por qué”, al “cómo” y al “qué” en salud. Ha llegado el momento de que sean capaces de recoger, procesar y analizar datos que muestren el “para qué”, que existe una relación entre el uso de una determinada tecnología y la generación de valor personal y social.
¿De qué te sientes más orgulloso en tu carrera profesional?
Primero, de la cantidad de cosas que no he sido capaz de hacer. Segundo, de haber ayudado, menos de lo que me gustaría, a solucionar problemas de otras personas.
También me siento orgulloso de no haber prestado demasiada atención a todos aquellos que me invitaron, de una forma u otra, a desistir. “No llegarás a estudiar medicina” “No llegarás a ser cirujano” “No llegarás a ser catedrático. Como decía Tom Starzl, líder indiscutible de la cirugía de trasplante: “Ignora las balas, ignora a tus enemigos, céntrate en producir, y todo saldrá bien”.
¿Qué consejos le darías a las personas que están comenzando en la profesión?
Que construya su propia ruta vital. Que no se deje guiar sólo por las frustraciones ajenas. Que elija el destino, y disfrute del camino. Que no hay mejor profesión que ésta, pero que si al final ve que no es lo suyo, no pasa nada, una sonrisa y a seguir disfrutando. Hay mucha vida ahí fuera.
¿Cómo te gustaría que fuera tu profesión en un futuro?
Me resulta difícil imaginar o predecir un futuro en el que yo no esté. En cualquier caso, para un futuro cercano, la profesión debería adaptarse cada vez más a los problemas de las personas, a sus experiencias, reconociendo que somos una profesión de servicio, no de mera aplicación de método científico (eso es sólo la parte de generación de conocimiento). Una profesión dedicada a servir de manera predictiva, preventiva, participativa, personalizada y poblacional. En ese futuro la tecnología desempeñará un papel importante.
En un futuro no muy lejano, sea con las herramientas que sean, se debería conseguir que las personas tomaran las riendas de sus propias vidas y pudieran ejercer su autonomía, tomando decisiones soportadas por el acceso directo, preciso, exacto, seguro y actuable al conocimiento, incluso si se equivocan.
Como profesional ¿Qué le pedirías a la tecnología? ¿Y dónde hace falta más el sentido común?
La tecnología es la aplicación práctica del conocimiento, individual o colectivo, con el fin de superar nuestras limitaciones como animales no excesivamente dotados físicamente. Podemos manipular la naturaleza para crear utensilios y debemos usarlos para mejorar la vida de las personas, cuantas más personas mejor, dotándolas de capacidad de agencia y respetando su experiencia. No deberíamos seguir haciendo responsable a los utensilios de algo específicamente humano: la despersonalización del otro.
El sentido común es esencial para situarse con exactitud en la realidad y no pedir a la tecnología cosas que no resultan posibles y, probablemente, tampoco deseables. Hay que dejar de prometer tecnologías que nos lleven a una vida sin dolor, sin discapacidad, sin límites. Si llegan, bienvenidas sean, pero primero tenemos que reconciliarnos con nuestra realidad biológica: no somos inmortales.
Conclusiones
Las profesiones sanitarias están cambiando y la medicina, fundamental y especialmente. Nos prometemos un mundo mejor, pero no terminamos de acortar el diferencial entre las expectativas y la realidad. Creamos nuevas tecnologías sanitarias con múltiples formatos que, con frecuencia, nos producen una creciente desazón, al invitarnos a soñar con que superaremos nuestras limitaciones biológicas. Sea cual sea el futuro, usemos la tecnología con sentido común no para vivir más, sino para vivir mejor el tiempo que nos toque vivir.
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