
La inteligencia artificial y la automatización ya están reinventando el campo. Hay una convivencia entre la sabiduría y conocimiento del hombre del campo y la precisión tecnológica. La agricultura, transformada por la digitalización, ha dejado de ser únicamente un trabajo manual para convertirse en un entorno donde sensores, plataformas digitales y sistemas inteligentes permiten tomar decisiones fundamentadas y optimizar procesos que antes dependían del saber hacer del agricultor. Así, la esencia del oficio agrícola permanece, pero se renueva gracias a herramientas que abren nuevas posibilidades y desafíos, marcando un antes y un después en la forma de cultivar la tierra y gestionar los recursos.
Durante siglos, el campo ha sido el escenario del trabajo humano, en ocasiones combinado con el de los animales, y en el último siglo mecanizado. Solo recordar que el arado romano y sus técnicas de cultivo han sido empleados, con pocas variaciones, durante más de veinte siglos. Si es cierto que ha habido innovaciones tecnológicas como por ejemplo la máquina sembradora de tracción animal diseñada por Jethro Tull (agrónomo, no la banda de rock) en el siglo XVIII. Durante los siglos XIX y XX se introdujeron las máquinas de vapor y más tarde el motor a explosión, así como la agricultura científica que permitía un mayor aprovechamiento de los suelos y de los cultivos.
Pero lo que ocurre hoy va más allá de la mecanización: es la digitalización profunda e integral de la agricultura. La llamada Agricultura 4.0 combina inteligencia artificial (IA), robótica, automatización e Internet de las cosas (IoT) para lograr una gestión precisa, eficiente y sostenible de los recursos.
Según la FAO (2024), la digitalización puede aumentar hasta un 30% el rendimiento de los cultivos y reducir en un 20% los costes operativos. En 2025, el mercado global de tecnologías de IA aplicadas a la agricultura supera los 2.400 millones de dólares, con un crecimiento anual compuesto cercano al 25% (World Economic Forum, 2025).
Y es que esta revolución no trata solo de tecnología, también habla de personas, de cómo el rol del agricultor cambia y de cómo se introducen nuevos empleos en el sector agrícola. Detrás de cada dron que sobrevuela un viñedo o de cada robot que desbroza una parcela hay un nuevo oficio. La tecnología está cada vez más presente en los cultivos, y no solo en los extensivos. Pequeños y medianos agricultores pueden aprovechar la tecnología para mejorar la productividad de sus cultivos y hacer una mejor gestión de estos, y mejorar sus vidas.